Cuando
fuimos a Rusia aprendimos muchísimas cosas, desde la historia de los
zares, los bolcheviques, la revolución, y por supuesto, también nos hablaron de
la historia, o más bien la maldición, de los Romanov.
Yo conocía
un poco de la misma por la película de Anastasia, aunque nos la contaron con
detalle cuando fuimos a la Fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo.
Mucho
se ha especulado de toda esta historia, hasta llego a pensarse mucho tiempo que
Anastasia vivió, y hubo una persona, Anna Anderson, que se presentó como la
famosa emperatriz durante muchos años, hasta que se le hicieron pruebas de ADN
que demostraron que no era la princesa.
Durante
todo el comienzo del siglo XX, Rusia se vio envuelta en numerosas revoluciones
protagonizadas por el pueblo que requería tener más y que los ricos y poderosos
no se quedaran todas las riquezas.
La
madrugada del 18 de julio de 1918, el zar, su familia y cuatro sirvientes tuvieron
que esconderse porque les buscaban para matarlos. Finalmente les encuentran y
mataron. Algunos historiadores afirman que los asesinos tenían obligación de
destruir las pruebas, así que incluso llegaron a echar ácido sulfúrico en los
restos. Como muchos de los restos se ocultaron, durante mucho tiempo se especuló
que algún miembro de la familia había escapado, en especial Anastasia.
En
1991 se descubrió una fosa en Yekaterimburgo con restos de una gran familia.
Tras hacer los análisis genéticos, se vio que los restos pertenecían al Zar Nicolás
II, la zarina Alejandra, tres de sus hijas y los cuatro sirvientes. Esto alzo aún
más rumores, ya que no se habían encontrado ni la cuarta hija del zar ni al
zarévich Alexis.
Hasta
el 2007 no se encontró una segunda fosa con los restos de estos dos
desaparecidos, con lo que concluyó el misterio y se pudo dar por concluido el
misterio de la familia, que desaprecio en 1918, dando fin a la larga dinastía
de los Romanov en el poder de Rusia.
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