Obidos es un pequeño pueblo
cercano a Lisboa que merece muchísimo la visita, con un castillo en la parte
superior al que se puede subir a las murallas, aunque hay que ser personas sin
vértigo ya que ni las escaleras ni las murallas arriba tienen ni barandillas ni
protección¡¡ Es un pueblo precioso, muy pequeñito, pero fácil de recorrer, con
el atractivo adicional del mercado, en el que la gente se disfraza con trajes
de época. Yo no me lo puse porque con el calor que hacía en plena ola me
pareció asqueroso, pero sino sí que me habría disfrazado. Son casitas blancas
con rayas azules, con una calle principal (Rua Direita) que va desde la puerta
de entrada de la muralla (Porta da Vila) con un mural de azulejos
impresionante, hasta el propio castillo, todo ello lleno de tiendas donde
destacaba la ginja, aunque no lo probamos, que es licor dulce, de 20 grados,
elaborado con cerezas de ginja, aguardiente, azúcar y canela que en este pueblo
sirven en una taza de chocolate que luego te comes.
Obidos pertenecía a la reina
de Portugal, es decir, era ofrecida como regalo de bodas a las esposas de los
reyes portugueses, llamándose “A Vila das Rainhas” o villa de las reinas,
aspecto que comenzó con el rey Dinis en el siglo XIII y siguió hasta el siglo
XIX donde paso a ser patrimonio nacional, como le paso posteriormente al
Palacio de Queluz que ya vimos. En él, hay muchísimos vestigios de la época
medieval, con calles tortuosas y estrechas, empedradas, con un gran castillo
fortificado arriba de defensa del pueblo dominando todo y una gran muralla
circunvalando el pueblo, lo que da nombre al pueblo ya que deriva de Oppidium
que significa “ciudad amurallada”.
También se observan detalles moriscos, romanos, celtas… así como
románticos con buganvillas que recorren gran parte de las fachadas de las casas
de la calle principal. Fue muy importante en el siglo XX porque aquí se dio el
alzamiento contra el dictador Salazar.
El castillo fue considerado
Monumento Nacional en el 2007 y fue elegido como una de las Siete Maravillas de
Portugal, junto con el castillo de Guimarães, a donde no llegamos y donde nos
íbamos a alojar en su posada que es un antiguo monasterio edifico histórico
igualmente, los Monasterios de Batalha y Alcobaca, el Monasterio de los
Jerónimos y la Torre de Belem que vimos en Lisboa, y el Palacio de Pena que
visitamos en Sintra.
Aunque lo que más nos gusto
fue el mercado. A partir de las 5 de la tarde hay un gran mercado en la
explanada interior del castillo, pero antes ya puedes disfrutar de otro más
pequeñito a las afueras del pueblo, justo pasando la Porta da Vila, aspecto que
tienes que hacer seguro para poder ver el acueducto, de 3 km de largo y
construido por Catalina de Austria. Allí, hay un puesto donde alquilar los
trajes tradicionales y muchísimos artesanos con coronas de flores trenzadas a
mano, productos típicos, cuero, juguetes tradicionales, dulces típicos, e
incluso odias hacerte tatuajes de henna, que luego vimos también arriba en el
castillo. Aquí había un puesto para comprar las entradas, aspecto que teníamos
que haber aprovechado ya que luego arriba toco una gran cola… Igualmente, había
un pack que no logramos comprar porque nos faltaba un sitio que era pagar 40
euros por cenar arriba, por el disfraz que te daban y tener un sitio predilecto
para ver las actuaciones que consistían en justas y diversos juegos medievales.
Aun así, vimos estas justas y luchas antes de irnos del mercado de casualidad,
pensando que nos estábamos confundiendo de camino…
El mercado en el castillo
muy bien ambientado, con multitud de puestos de productos artesanales y también
de comida, llegando a servirte las cosas en paltos de cerámica, sin cubiertos,
la bebida en jarras de cerveza, etc. Todo esto ambientado con música y diversas
actuaciones como juicios de brujas, etc. Justo delante del castillo, una zona
con instrumentos de torturas, fantasmas, etc., que de noche con las luces
iluminándolos, le daba un carácter muy tenebroso.
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