Con todas las veces que he tenido que ir a Lima por trabajo,
era normal que tuviera alguna anécdota que contar.
Una de las más notables es que la gente es bastante maja, y
cómo siempre iba al mismo hotel, al final los empleados me trataban con
muchísimo cariño, de forma que cuando llegaba a las 6-7 de la mañana , me
tenían preparada mi habitación, me contaban las últimas novedades, me decían si
quería algo, me llevaban el equipaje la
habitación porque sabían que estaba catatónica deseando darme una ducha y una
pequeña cabezadita si tenía tiempo antes de la reunión, me llevaban el desayuno
si se lo pedía, vamos, que una maravilla¡¡
También era destacable que, al igual que en Omán, todo el
mundo en Lima me decía que NUNCA cogiera taxis en la calle. También
nos dijeron que tuviéramos muchísimo cuidado en los asentamientos, y hay que decir que en algún momento pasamos miedo,
ya que en zonas tienen barreras puestas por ellos mismos, y no puedes ir cuando
se va a poner el sol...
Pero la anécdota mas graciosa en Lima fue sin duda el día en
que me fui con un compañero en un coche a recorrer un montón de distritos para
hacer un análisis par aun proyecto y terminamos en una parcela en una playa.
Nos fuimos a hacer fotos de terrenos cercanos y cuando quisimos sacar el coche,
este se había hundido demasiado en la arena. Así que mi compañero se bajo y
comenzó a sacar con las manos toda la arena que podia, sacamos todo lo que
habia en el coche para ayudarnos, etc. Yo aceleraba poco a poco, marcha atrás,
marcha adelante. Un numero¡¡ Se nos acerco más gente para ayudarnos, nosotros
no podíamos más de risa, y más cuando nos preguntaban que cómo se nos había
ocurrido meter el coche en la arena, pero es que ni se nos ocurrió que pudiera
quedarse, jejeje¡¡
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